lunes, 17 de noviembre de 2008

Hay un fuego en mi pecho

Hay un fuego en mi pecho que no puedo extinguir. ¿Me ayudas amante solidaria a aplacar esta llama?

Es un pequeño rescoldo de recuerdos que no mueren. Nada importante. Sólo pequeños instantes que constituyen un todo que nos envuelve y transporta.

Déjame anidar en tu seno y renacer en ardiente deseo que me consuma nuevamente en llamas asesinas.

Rodéame con tus brazos y súmeme en el olvido interminable de la nada. Tú sabes bien cómo hacerlo. Siempre haz reducido mi deseo en tus húmedas entrañas. Plácido consuelo de todos mis anhelos.

Déjame sentir tu aliento y creer que estoy vivo y que una vez más respiro. Provéeme del hálito que sostiene toda vida. Cree en mí y no malgastes todo el furor en una sola jornada.

Dame algo más de tu sentir y permite que lo transforme en sangre de mi vida. Permite que aloje tu calor en mi alma fría. Deja que el recuerdo caliente mi morada y no dejes que me congele en la nada. Si sabes que con sólo el rubor de tus mejillas me regresas al calor del nido.

Salvaje y denigrante olvido al que me condenas con tu imperturbable distancia tan cercana. ¡Nada hay más vil que tu flagrante ignorarme! ¡Mátame de tu presencia más no de tu ausencia imperturbable!

Oh, memoria de mis sentidos recopilando entrecortados monólogos sobre tu piel. Ayúdame por fin a apagar esta pequeña llama y así librarme de sufrir tu inconmensurable ausencia. Sofócame voluptuosa y lentamente entre tus besos.

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